Los modelos económicos imperantes durante el siglo XX demostraron al mundo que son inviables en cuanto a promoción y desarrollo humano, al reducir a la persona a la terminología de homo oeconomicus o disolviéndola en el concepto de masa. Hoy existen mayorías que tratan de revindicar los modelos económicos clásicos, optando por “alternativas empresariales más participativas y más solidarias, y validando una mayor justicia económica”1 donde se resalte y se promueva a la persona como fin de todo el proceso.
Las cooperativas se alzan como una de estas alternativas, atendiéndose desde su nacimiento como una “asociación autónoma de personas que se unen voluntariamente”2 sin implementos exteriores que coaccionen, manipulen o limiten sus iniciativas. Esto las convierte en un modo de producción alternativo al pensamiento económico clásico, y por los valores éticos y acciones precisas que desarrollan sus integrantes al interior de estas, se les consideran parte de la Economía Social y Solidaria.
A partir del 2013, Cuba comenzó a implementar las Cooperativas No Agropecuarias (CNA) como una forma socialista de propiedad y gestión en distintas ramas de la producción. Estas levantan nuevas de la producción. Estas levantan nuevas expectativas ya que en principio “se implementan para lograr dinamizar la economía interna y estimular la productividad”3 y en teoría deberían generar una gran cantidad de oportunidades. Pero, han nacido enmarcadas por procesos experimentales que están fuertemente centralizados por las altas esferas que, en ocasiones, obvian principios como el de la voluntariedad al inducir el cooperativismo en disimiles sectores, lo cual no va acompañado de un programa que promueva la educación o el desarrollo de las capacidades de los socios en la gestión cooperativa.
Se hace urgente que la enfrascada conceptualización del modelo económico para Cuba no simplifique a la persona y se oriente a la acogida de esta como sujeto y no como objeto de la economía, optando por la promoción y el respeto hacia la dignidad de la persona. Desde este enfoque de promoción a la persona parte la teoría de las capacidades puesta a la luz por el nobel en economía Amartya Sen quien invita a superar el concepto de capacidades como mero instrumento de la producción económica, para atenderlo como “un camino para el desarrollo social partiendo de las habilidades de cada persona”.4 Según Sen, puede ser la clave para “llevar a la persona a una vida más libre y digna”.
El enfoque de las capacidades brinda los elementos para la elaboración de criterios valorativos y, de manera paulatina, influir en la toma de decisiones, en la concepción de políticas públicas que se enfoquen en la construcción, la modificación o la actualización de determinado modelo económico.
Dentro del contexto cubano la conformación de criterios valorativos que estén sustentados sobre el enfoque de las capacidades, permitirá, en esta realidad, brindarle a las CNA o a otras formas de emprendimientos, la oportunidad de constatar otra mirada de la economía. Es decir, donde la persona sea el centro y el fin de todo el proceso, donde se contrasten la divergencia de opiniones mediante el diálogo crítico que rompa con la unanimidad. De este modo, se pudiesen encaminar al interior de las CNA políticas, objetivos, acciones que partan de las personas hacia las personas donde se potencien sus capacidades y no atándolas a las verticalidades institucionales. Además, hace necesario que se genere una educación heterogénea que le permita agenciarse su propia libertad para que sea capaz de implementar sus funcionamientos.